sábado, 14 de enero de 2017

McConnell

Pertenecer a una familia de baloncestistas debe de ayudar, pero estoy seguro de que el camino que ha llevado a Timothy John a convertirse en el héroe del partido en que los Sixers de Philadelphia batieron a los Knickerbokers de New York este pasado Miércoles, no ha sido fácil en absoluto. Como nada lo es para las personas que eligen luchar por aquello que nadie más que ellos mismos apostaban, y cuando ni los números que tanto dicen en estos tiempos modernos parecían mostrar lo que su juego atemporal atesoraba en las pistas universitarias norteamericanas.

Fuente: USA Today
Ya cuando recibe la llamada de la universidad de Arizona debe ser todo un "flash" para un chico que juega en una universidad de su ciudad natal sin excesivo pedigree en la materia, por lo que jamás criticaré su transferencia, ni dejaré de comprender que con ese salto que da al estado sureño se reafirma en su idea de seguir progresando en su carrera de jugador de baloncesto. Después vendrá un año sin partidos y dos temporadas en las que dirige a un buen equipo que no parece atravesar sus mejores tiempos. Para alguien que ni siquiera llega a los 10 puntos de anotación por partido el universo NBA parece vetado, y a nadie extraña que no sea drafteado, pero T.J. quiere seguir probando y acepta la invitación de una franquicia que está experimentando un modo extremo de desarrollo, para sumarse a su equipo de "summer league" y seguir remando como solo lo hacen los que saben que no son los más guapos, ni los más listos, ni los más hábiles, pero saben que a constancia les ganarán pocos; y así hasta la foto que veis ahí arriba, donde le toco lidiar ante una pareja rival del calibre de Derrick Rose y Brandon Jennings, y quiso el destino y algo más, que fuera él quién decidiera el encuentro con un "buzzerbeater" a la remanguillé, en una temporada en la que arrancaba como tercer base, y en la que las lesiones le han dejado al comando de la mejor racha del equipo de los últimos tres años.

Ya sabéis que la NBA no es actualmente mi liga preferida, pero en esta época empieza a ser interesante ver partidos en los que todos quieren ganar y, al margen de los que disputan los gallos de la competición, siempre me han gustado los que enfrentan a equipos con rivalidad regional histórica como la que puede existir entre ciudades como Philadelphia, New York y Boston. Ahí siempre ves a los Knicks como el equipo derrochador que no escatima en esfuerzos monetarios para atraer a las más rutilantes estrellas del momento, para que después sea un T.J. de la vida el que te robe la cartera en el último suspiro. Si el baloncesto tiene magia, en la más poderosa liga del planeta esa la ponen los que, como nuestro protagonista de hoy, no cejan en un empeño que les regala momentos de felicidad plena, cuando nadie apostaba por ti.

Love You all ;)




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